CUENTOS

APUNTES SOBRE «EL CUENTO»

  • Según Delaunay (1986): el cuento “abre a cada uno un universo distinto del suyo; invita a hacer viajes al pasado, o hacia lejanías que no conocen otros límites que los de la imaginación. Lo maravilloso, aquello de lo que cada uno tiene necesidad, es tan necesario cuando más niño o cuando más opresora es la realidad que le rodea”. Entonces, el cuento bajo todas sus forma facilita la adquisición del desarrollo personal y social, como también del lenguaje.
  • De la investigación “El cuento popular y su función social educadora en los niños del tercer ciclo de educación primaria de las instituciones educativas José Bernardo Alcedo y Germán Caro Ríos del distrito de Villa María del Triunfo” de Angulo (2004) se desprenden las siguientes conclusiones:
    • Los cuentos populares expresan en sus sentidos no solo los personajes que simbolizan nuestra cultura andina; sino  también los problemas centrales de nuestra realidad y como tal es vital su función social educadora. Los cuentos  populares son la esencia de nuestra cultura andina y como consecuencia camino fundamental para mejorar nuestra identidad cultural.
    • El cuento popular como instrumento de educación cumple una finalidad política e ideológica e incluso filosófica por que nos acerca a la concepción del mundo de creencias y tradiciones.
  • Arón (2003) en “Los cuentos infantiles y su aplicación en el área de comunicación en los niños de educación primaria” concluye que:
    • Las narraciones sencillas y sobre todo los cuentos estimulan al niño y niña en su desarrollo lingüístico y comunicativo. Los niños y las niñas que escuchan con atención y comprenden mejor los mensajes que son transmitidos de los cuentos, fábulas, leyendas y otras historias cortas y sencillas.
    • Además las narraciones infantiles hacen que el niño desarrolle su capacidad de pensar, procesar y sintetizar las informaciones que el docente pretende comunicar a los niños  haciendo que ellos aumenten su creatividad lógica.

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ARTÍCULO, CUENTOS

El terror en la literatura infantil

¿Para qué sirven los monstruos? El encanto del terror.

Cuál es el papel de el terror en literatura infantil, cómo narramos este tipo de historias, es necesario contar este tipo de historias a los más pequeños. Monstruos clásicos actualizados, fantasmas tradicionales y renovados, casas abandonadas y gritos de medianoche permiten a los chicos proyectar sus miedos y vivirlos a salvo, en relatos que hoy buscan incorporar nuevos temores y apelan al humor.

El artículo «¿Para qué sirven los monstruos? El encanto del terror» que se reproduce a continuación fue presentado por Gabriela Baby para el diario La Nación el 12 de Junio de 2016.


Desde la Antigüedad hasta el presente, los adultos cuentan a sus hijos historias construidas con situaciones y escenas terroríficas. Mitos de dioses malvados y crueles, niños abandonados en el bosque, madrastras envidiosas y asesinas, y caperucitas rojas de diversas épocas siempre a punto de ser masticadas por el lobo feroz. Consolidados por las versiones de los hermanos Grimm y de Charles Perrault, versionados por otros autores y el cine de Disney, los chicos escuchan, leen y miran en las pantallas historias terribles, a las que también se han sumado nuevos monstruos y vampiros remixados. En el siglo XXI, los cuentos de terror gozan de excelente salud.

niña con monstruo
Ilustración de Pablo Bernasconi

«Siempre fui entusiasta del terror. Desde niño adquirí ese gusto por el miedo, principalmente por el cine y la televisión, seguramente porque de una manera muy intuitiva sabía que no corría ningún peligro y que la adrenalina producida en la sala de tu casa no sólo es una droga buena sino también inofensiva», dice Toño Malpica, escritor de literatura infantil mexicano que publicó, entre otros títulos, Siete esqueletos decapitados (Océano). Su primer cuento del género, «Abaddon Tenebrae», trata de un juego de computadora maldito y fue publicado en una antología de varios autores titulada Siete habitaciones a oscuras (Alfaguara). «Cuando escribí ? Abaddon Tenebrae’, lo hice como suelo escribir gran parte de mi obra: tratando de llegar a un texto que a mí mismo, como adulto, me guste leer, pero sin dejar de pensar en ese Toño niño que bien podría sentirse fascinado con dicha lectura. Porque hablando de terror, me gusta mucho esa palabra: fascinación. Eso que te atrapa, independientemente de que sea hermoso o terrible, y no puedes dejar de mirar aunque quieras dejar de hacerlo. Creo que en el terror hay que buscar fascinar.»

La pregunta por la fascinación que provoca el género es tan antigua como las historias de brujas: «Sigmund Freud se hizo esta misma pregunta y se respondió que esa atracción se produce porque es al otro al que le pasan las cosas. Es decir, los lectores o espectadores de los relatos de terror quedamos afuera, a salvo», dice Joana Rowinski, psicóloga infantil.

Acompañado por papá o mamá, el niño que lee -o al que le leen- queda a salvo de hechizos, castigos y madrastras horribles. «En los cuentos de terror el niño proyecta en forma inconsciente sus temores, sus miedos, su angustia, su dolor, su enojo que, mediante la ficción, se hacen tolerables y permiten hacer frente a la realidad», resume Rowinski.

Pero además de situar los hechos en lugares o tiempos lejanos, los cuentos clásicos despliegan significados infinitos a través de sus conocidas y estudiadas funciones: el conflicto de apariencia irremediable, la prohibición como motor de una transgresión, el desafío, las pruebas del héroe, la amenaza de vida, el objeto mágico, la posibilidad de encontrar aliados, la boda y el final feliz, entre otras figuras, todas analizadas por Vladimir Propp en Morfología del cuento (Fundamentos), un clásico de la teoría literaria. A través de estas funciones, los cuentos clásicos permiten proyectar los miedos (también clásicos) del lector pequeño: «El miedo a la oscuridad, a la muerte, a ser devorado, a ser abandonado por los padres cuando nace un hermano: cada lector arma a través de las escenas de ficción su propia lectura, que además siempre se resuelve con un final feliz», dice Judith Rodríguez, psicóloga especialista en infancia, que alienta a seguir leyendo historias de hadas y ogros. «Los cuentos clásicos también instalan un juego, un ?como si’, que permite armar una realidad diferente desde el relato. En ese sentido el juego y las ficciones infantiles como parte del juego constituyen sujeto», dice la especialista.

Tanto miedo que da risa

Si se sabe que traduttore, traditore, entonces ¿qué decir del escritor de nuevas versiones? Los cuentos tradicionales -crueles y crudos- sufrieron muchas transformaciones. Antes de Perrault, en versiones rurales, Caperucita se acostaba en la cama con el lobo y había cierto placer ambiguo en esa escena (que se puede observar en las ilustraciones de Gustave Doré, por ejemplo). También en antiguas versiones, del siglo XV o XVI, la chica del abrigo rojo era comida a pedazos por el lobo. Se sabe también que en interpretaciones previas a las de Disney y Perrault, la Bella Durmiente, mientras dormía, era violada por un cazador y luego despertada por uno de sus hijos recién nacidos. Por supuesto que estas versiones fueron dulcificadas y adaptadas al público infantil, primero por Perrault y los Grimm, y luego por otros autores.

Dulcifcar o ablandar los terrores puede ser un gesto necesario pero a la vez riesgoso. Así lo entiende Ana Garralón, especialista en literatura infantil: «Yo creo que ahora mismo no hay libros de terror. La mayoría de libros de monstruos y criaturas similares están descafeinados (sin simbología, sin ambiente, sin nada de terror). Usan palabras propias del género porque saben que son asuntos que gustan a los niños y venden», dice Garralón, autora de Historia portátil de la literatura infantil (Anaya). Allí señala: «La paulatina depuración de elementos de terror en los cuentos populares para niños ha ido en paralelo con un concepto ingenuo y sobreprotector de la infancia. Los temas horrorosos, los detalles procaces y cruentos se han ido disolviendo lentamente en una prosa con pretensiones de suavizar acontecimientos que, se piensa, pueden traumatizar a los más pequeños. De esta manera, lobos, brujas, duendes, ogros, dragones y monstruos han pasado a un estadio de buenos bichos que, en lugar de suscitar miedo o inquietud provocan la risa, incluso la pena».

Depurados y con monstruos simpáticos, los cuentos de terror pueden tematizar el miedo desde una nueva perspectiva. «Me resulta difícil hacer generalizaciones», dice Ricardo Mariño, escritor de literatura infantil. «Pero encuentro que hay textos para chicos que son una especie de fraude emocional, en el sentido de que prometen miedo (algo que el chico quiere experimentar con la ficción) y no cumplen aunque nombren monstruos y fantasmas. Hay cierta sobreprotección del lector que debilita muchos intentos, porque se acomodan a cierta mirada ?maternalizante’ que dice que no habría que asustar a los chicos. Entiendo que el tema merece ser pensado en cada caso, pero en principio reivindico la experiencia de pasar por el miedo en ficciones», dice el autor de cuentos como «El hombre sin cabeza», donde logra teorizar sobre el género, poner notas de humor y cerrar con un final inquietante. «Distinto es tomar el terror como tema para ser tratado desde el humor. En este caso, se trata de cuentos que no se proponen asustar al lector sino divertirlo», aclara Mariño, que en su libro El colectivo fantasma (Alfaguara), despliega una serie de historias desopilantes sobre muertos enterrados en un mismo cementerio.

Para María Luján Picabea, autora de Todo lo que necesitás saber sobre literatura para la infancia (Paidós), hay cuentos actuales y para chicos muy chicos (propios del libro álbum) que entran profundamente en el terror y el miedo. «Lo que hay antes de que haya algo (Pequeño Editor), de Liniers; La camisa fantasma (Capital Intelectual) de Roberta Iannamico y Max Cachimba, entre otros ejemplos, proponen a los lectores la experiencia del miedo. En general, la literatura infantil en la actualidad enfrenta a los chicos con todos los temas: la muerte, la pobreza, la desaparición de personas, las migraciones; también el sexo es tema a partir de historias que cuentan diversas relaciones de pareja, por ejemplo. Sin embargo, la forma del tratamiento actual del terror es otra, distinta de antes: hay más humor, más ironía sobre el terror, pero no porque se quiera subestimar al lector o suavizar el texto, sino que es una veta que hemos encontrado. Porque el humor da ciertas licencias: si te podés reír no asusta tanto, pero sí un poco, porque el humor del terror provoca una risa nerviosa. Nos reímos, pero el miedo está.»

La realidad más terrible

Lo siniestro, lo que espanta y a la vez atrae, eso terrible que no podemos dejar de mirar ha sido estudiado por el padre del psicoanálisis en detalle. En «Lo siniestro», Sigmund Freud analiza la etimología de la palabra (Unheimlich en alemán) y señala que siniestro es «algo familiar, conocido pero a la vez oculto, que de pronto se revela como ominoso, extraño». Los ejemplos amplían la definición: siniestro es el cadáver del ser amado que es y no es la persona querida o el recuerdo de aquel trauma infantil que se ha olvidado y sin embargo regresa y perturba. Lo familiar con un cariz inquietante, perturbador. Y la literatura de terror, para chicos y también para grandes, abreva en esta ambigüedad conocido-desconocido para jugar su juego.

En Terror en sexto B (Alfaguara), la autora colombiana Yolanda Reyes narra aventuras de terror situadas en la escuela. En El globo (Fondo de Cultura Económica), de Isol, la madre de la protagonista se torna un monstruo terrible. Los hechos malditos y los monstruos no son propiedad exclusiva de «reinos muy lejanos» ni pertenecen solamente al «había una vez». ¿La realidad engendra terrores contemporáneos?

«El terror en la literatura infantil hizo furor durante los años ochenta en la Argentina», sostiene Garralón en su Historia portátil? Allí comenta en detalle el libro de Elsa Bornemann, Socorro (Alfaguara), publicado en esos años: «En estos relatos de terror aparecen los verdaderos fantasmas de la reciente historia argentina: la crueldad, el sadismo, desapariciones, secuestros, terrorismo, monstruos que se devoran a sí mismos, pánico, complicidad en el silencio, muerte y desolación. De este modo, la metáfora y la alegoría dominan la lectura de cuentos que no transitan el terror clásico, pero tampoco resignan la finalidad propia del género: provocar miedo».

Para Mariño, también los terrores se actualizan y dialogan con el contexto social: «En algunos casos cambia la escenografía y también se incorporan novedades de época como la clonación, la manipulación genética o cualquier otro fenómeno más o menos real o posible que para el común de la gente incluya algún resto inquietante. Nuevos escenarios que metaforizan con mayor potencia ?la soledad’ en el espacio exterior, o el temor a los ?otros’ en los extraterrestres o ?la invasión al yo’ a través de la realidad virtual. Estas escenas permiten una nueva puesta en texto de la matriz estable del terror, que es la del personaje inerme ante una potencia amenazante y sin límites», dice Mariño.

Para Malpica, en cambio, la realidad no tiene nada que ver con las temáticas propias del género ni con su momento de (supuesto) auge: «No creo que la literatura de terror se ponga de moda cuando el terror se hace más presente en la vida real. Aunque es cierto que hay autores que abrevan mucho en la nota roja para escribir, tampoco creo que eso les consiga un éxito automático. Por el contrario, pienso que la responsabilidad de plasmar algo que valga la pena de ser leído es mayor y el desafío también es más grande».

En el borde sutil entre asustar pero no demasiado -y según la edad-, y tensionado por una realidad siempre novedosa, el terror en literatura infantil propone abordar todos los temas con un tratamiento cada vez más original. Y sigue convocando a los chicos a la repetición de la antigua ceremonia: abrir el libro para salir a jugar.

Libros recomendados

Para compartir antes de dormir

Una cama para tres, de Yolanda Reyes (Alfaguara)

Lo que hay antes de que haya algo, Liniers (Pequeño editor)

Secretos de familiaEl globo, de Isol. (Fondo de Cultura Económica).

La camisa fantasma, Roberta Iannamico (Capital Intelectual)

Miedo, Graciela Cabal (Sudamericana)

La noche de los ruidos, Estela Smania (Sudamericana)

Para reírse de los monstruos

Los monstruos ya no asustan, de Javier Peña (Calibroscopio)

Cuentos disparatados de monstruos, de Gabriela Keselman (Ediciones SM)

El colectivo fantasma y otros cuentos del cementerio, de Ricardo Mariño (Ed.Atlántida)

Para los que leen solos

El hombre sin cabeza y otros cuentos (Atlántida) de Ricardo Mariño

La casa maldita y El regreso a la casa maldita (novelas) (Alfaguara) de Ricardo Mariño

La fábrica del terrorLos seres extrañosLos devoradores (Alfaguara) de Ana María Shua

Siete esqueletos decapitados, Toño Malpica (Océano Travesía)

Siete habitaciones a oscuras, Toño Malpica y otros autores. Antología. (Norma Editorial)

La piel del miedo, Sebastián Pedrozo (Alfagaura)

Queridos monstruos y Socorro de Elsa Isabel Bornemann (Alfaguara)

Terrores nocturnos, de María Brandán Aráoz. (Alfaguara)

Ángeles y demonios, de Jorge Accame (Alfaguara)

Universales

Dedos en la nuca, Antología. (Ediciones SM). Autores varios

Noches de pesadilla (Antología de cuentos de terror). (Alfaguara) Prólogo de Marcelo Birmajer

Terroríficos (cuentos tradicionales adaptados y compilados por Ana María Shua) (Emecé)

Gabriela Baby

Entrada original:

https://www.lanacion.com.ar/1907507-para-que-sirven-los-monstruos-el-encanto-del-terror

CUENTOS, RECOMENDACIÓN

Cuento «El pato y la muerte»

En esta entrada pueden leer el texto completo del cuento «El pato y la muerte» de Wolf Erlbruch. Esta narración nos invita a reflexionar junto a los niños y niñas sobre la muerte, cuando están pasando un proceso de duelo.

portada cuento el pato y la muerte
Portada del libro de Barbara Fiore Editora

Desde hacía tiempo, el pato notaba algo extraño.

– ¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido?

La muerte le contestó:
– Me alegro de que por fin me hayas visto…Soy la muerte.

El pato se asustó. Quién no lo habría hecho.

– ¿Ya vienes a buscarme?

– He estado cerca de ti desde el día en que naciste… por si acaso.

– ¿Por si acaso?- preguntó el pato.

– Sí, por si te pasaba algo. Un resfriado serio, un accidente… ¡nunca se sabe!

– ¿Ahora te encargas de eso?

– De los accidentes se encarga la vida; de los resfriados y del resto de las cosas que os pueden pasar a los patos de vez en cuando, también. Sólo diré una: el zorro.

El pato no quería ni imaginárselo. Se le ponía la carne de gallina.
La muerte le sonrió con dulzura.
Si no se tenía en cuenta quién era, hasta resultaba simpática; incluso más que simpática.

– ¿Te parece ir al estanque?- preguntó el pato.

La muerte ya se lo había temido…Después de un rato, la muerte tuvo que admitir que su pasión por zambullirse tenía límites:

– Perdóneme, por favor- dijo-. Necesito salir de este lugar tan húmedo.

– ¿Tienes frío?- preguntó el pato- ¿Quieres que te caliente?

Nunca nadie se había ofrecido a hacer algo así por ella.
A la mañana siguiente, muy temprano, el pato fue el primero en despertarse.

– “¡No me he muerto!” , pensó.

Le dio a la muerte un golpecito en el costado:

– ¡No me he muerto! – graznó henchido de felicidad.

La muerte levantó la cabeza:
– Me alegro por ti- dijo desperezándose.

– ¿Y si me hubiera muerto…?

– Entonces no habría podido descansar tan bien – contestó la muerte bostezando.

“Esa respuesta no ha sido nada simpática”, pensó el pato. A pesar de que el pato se había propuesto, a partir de ese momento, no volver a decir nada más, no aguantó mucho tiempo callado:

– Algunos patos dicen que te conviertes en ángel. Te sientas en una nube y desde ahí puedes mirar la tierra.

– Es posible- la muerte se incorporó-, pero de todas maneras tú ya tienes alas.

– Algunos patos también dicen que en las profundidades de la tierra hay un infierno en el que te asan si no fuiste un pato bueno.

– Es asombroso todo lo que se cuenta entre los patos, pero quien sabe…

– ¿Entonces tú tampoco lo sabes?- grazno el pato.

La muerte sólo lo miró- ¿ Qué hacemos hoy?- preguntó de buen humor

– Hoy no iremos al estanque- exclamó el pato- ¿Qué te parece si hacemos algo verdaderamente emocionante?

La muerte se sintió aliviada- ¿Subirnos a un árbol?- preguntó burlonamente.

El estanque se veía muy, muy abajo. Ahí estaba, tan silencioso…y solitario.
“Así que eso es lo que pasará cuando muera”, pensó el pato…“El estanque quedará”… desierto. Sin mí.”
A veces, la muerte podía leer los pensamientos.

– Cuando estés muerto el estanque también desaparecerá; al menos para ti.

– ¿Estás segura? – preguntó el pato desconcertado.

– Tan segura como seguros estamos de lo que sabemos- dijo la muerte.

– Me consuela, así no podré echarlo de menos cuando…

– ….hayas muerto- terminó la muerte

– ¿ Por qué no bajamos?- le pidió el pato un poco después-Subido en los árboles se piensan cosas muy extrañas-.

Durante las siguientes semanas, fueron cada vez menos al estanque. Se quedaban sentados en cualquier lugar que tuviera hierba y casi no hablaban.
Hasta que un día, una ráfaga de aire fresco despeinó las plumas del pato y éste sintió frío por primera vez.

– Tengo frío- dijo una noche- ¿Te importaría calentarme un poco?

La nieve caía. Los copos eran tan finos que se quedaban suspendidos en el aire. Algo había ocurrido. La muerte miró al pato.
Había dejado de respirar. Se había quedado muy quieto.
Lo acarició para colocar un par de plumas ligeramente alborotadas, lo cogió en brazos y se lo llevó al gran río.
Allí, lo acostó con mucho cuidado sobre el agua y le dio un suave empujoncito
Se quedó mucho tiempo mirando cómo se alejaba.
Cuando le perdió de vista, la muerte se sintió, incluso, un poco triste.

Pero así era la vida…

FIN

Biografía del autor Wolf Erlbruch:

https://es.wikipedia.org/wiki/Wolf_Erlbruch